¿Cómo se hace para que salga algo digerible si se mezcla a siete periodistas, un director de teatro, 25 músicos, siete ilustradores, dos animadores y un editor? Este experimento pretende ser la respuesta a esa pregunta.
La serie animada “Historias Urbanas” no padece de caos por defecto sino por búsqueda consciente. Como en las avalanchas, la idea original apareció mínima, inofensiva. Uno de los reporteros de El Faro tenía un relato de no ficción y el jefe del departamento multimedia una idea: “¿Por qué no la locutamos y la presentamos a los lectores como una pieza de radio?” Pero luego tuvo otra idea: “Escuchando la historia me suena como a un comic. ¿Por qué no buscamos quién pueda ilustrarla?” Así surgió el primer material experimental, al que se llamó “La Mariposa de Idoya”. Ahí termina la parte simple de este relato.
Luego surgió otra inquietud: ¿Y si en lugar de un solo relato fueran varios relatos? ¿Y si cada uno de los relatos fuera ilustrado por un artista diferente? ¿Y si pudiéramos tener una banda sonora original para cada historia? Y se complicó todo.
Como la idea era intentar narrar a la ciudad de San Salvador -tan inocente a veces, tan pretenciosa otras, tan solemne, tan violenta, tan fea, tan atrayente, tan víctima, tan victimaria…-, se necesitaba muchos ojos para verla, muchos sentimientos para acercársele, para pelear con ella o para seducirla. Cada historia sería escrita por un reportero distinto con una sola directriz: no se puede inventar nada, pues estas no eran historias de ficción, sino relatos esencialmente verídicos, contrastables, verificables. Reales, hasta donde esa palabra es capturable por periodistas.
Durante un año, los periodistas investigaron y escribieron, el editor general de El Faro pulió los textos, un equipo de talentosos jóvenes ilustradores dio rostro a personajes y vida a escenarios, seis de las mejores bandas musicales de El Salvador compusieron piezas originales y Roberto Salomón, el director de teatro, puso sus mejores oficios para que aquella mezcla fuera un coro lo más afinado posible. Finalmente, el equipo de Pro Art hizo la magia última: los dibujos cobraron vida, el texto se hizo voz y, la música, ambiente…
El resultado de este multidisciplinario meneo son seis cuenticos que son reales, que ocurrieron o que ocurren aquí, en la capital de El Salvador, a veces oscuros, a veces cándidos.
La serie que les entregamos ahora es fruto de un inmenso equipo y de la enloquecida necesidad de contar historias, de relatar nuestro tiempo y de inventar maneras nuevas para compartir con ustedes nuestro periodismo.