Los 90 son recordados con mucha melancolía, sobre todo por músicos, por ser la década en la que la música salvadoreña tuvo su segunda juventud; cuando, efectivamente, nació uno de los movimientos musicales más grandes de El Salvador, uno que llenaba el estadio Cuscatlán. Músicos que grababan como podían para llegar a la radio; los que querían ser rockstars; lo que se había perdido desde los 70. Gran culpa de eso la tuvo este disco, que logró hacer que las canciones La Maldita y el HIV entraran en rotación en la programación de las radios nacionales; y ya en vivo lograron levantar a más de alguno en los míticos “Salva-Rock” y hasta al público más fresa en una Teletón. El disco es un viaje por la cotidianidad del salvadoreño dirigido por ritmos latinos, funk y rock. Es Adrenalina con un conglomerado de músicos salvadoreños que hacen el producto bastante original. Cuando llamamos a Chente Sibrián y le contamos quién era el número uno, respondió: “¿Adrenalina? Somos lo mismo”. Este disco, con el aporte de una buena cantidad de músicos nacionales, proyecta su riqueza musical en la mezcla de ritrmos y géneros. Erick Chicas, de Akumal, define el disco así: “...Para muchos de mi generación siempre será ese momento en el que volteamos a ver el rock en El Salvador”.
Canciones claves: La Maldita, HIV, Pater Noster, Oscuridad y Patas Arriba.
Curiosidades: El disco fue grabado en 1996, pero no salió a la luz hasta 1998 por falta de dinero para masterizarlo.