El partido incluyente de Waldo
Una bitácora de Gabriel Labrador Aragón
Publicado el 22 de Febrero de 2012
¿Qué es más importante: conservar una imagen de partido pequeño pese a los costos electorales o crecer mediante un reclutamiento a como caiga? Es la pregunta que se hace el autor al abordar a los partidos con menos recursos, como es el caso del nuevo Partido Popular.

El hombre –lo llamaremos Tony– tambalea, tiene la mirada adormitada, la cara enrojecida y, bajo el brazo, una botella de dos litros de coca-cola a la que aún le quedan unos tragos de alcohol endulzado. Cuando Jennifer, una reportera de televisión, pasa frente a Tony, él se apoya sobre un pequeño microbús parqueado frente al Tribunal Supremo Electoral y suelta la lengua.

— ¡¿Y esta mamasit...?!– pregunta, en voz alta, mientras sus ojos perezosos se enganchan a las caderas de la joven.

Alguien parece notar la sutil y discreta mirada de este hombre seco y de camiseta blanca. 

— ¡Shhhhttttt...!, callate, homb'e, solo miraaaalaaa– y ambos sueltan una carcajada.   

Están borrachos, y junto a ellos, otros tres o cuatro hombres hacen la lucha por no tambalear mucho y parecer sobrios. Permanecen de pie pero casi siempre apoyados en el microbusito blanco mientras ondean banderas y sostienen afiches promocionales de quien parece ser su político favorito: Waldo Munguía, candidato a alcalde de Ilopango por el partido Popular (PP), un tipo del que ni siquiera conocen el apellido. 

Tony y sus cuatro amigos de farra son parte de una comitiva de unas 20 personas. Llegaron a la fachada del Tribunal hace pocos minutos, montados sobre una coaster alquilada de la ruta 140. Todos subieron en el mero centro de Ilopango exactamente una hora antes, a eso de las 2, una hora en la que Tony y sus amigos acostumbraban a encontrarse cerca del local sede del PP. Les dieron banderas, camisetas blancas con el logo del partido y varios afiches con el rostro del que aspira a gobernar esa ciudad de 103,000 habitantes. Ellos, a cambio de tanto obsequio, prometieron vitorear el nombre de su candidato en donde fuera y como fuera, eso sí, sin quitarles sus "pachitas" y, continuar aferrados a las botellas de coca-cola hasta llegar a la colonia Escalón. 

— ¿Cómo se llama el candidato al que apoyan? – La pregunta, deliberadamente sencilla, pone en aprietos a Tony. 

— ¡El candidato Waldo!

— ¿Cuál es el apellido? 

— Ah, ese es... esteeee... Sal... Salgado, sí...

Un candidato a concejal tuvo que intervenir y enmendar el error. 

En eso, del TSE sale una avalancha de periodistas por una conferencia que acaba de terminar, la botella de Tony ya va bien avanzada, y él la sujeta bien bajo el brazo. Con la mano derecha ondea la bandera del PP, un partido cuyo máximo líder, Orlando Arévalo, ya ha dicho que la filosofía partidaria es incluir a todos no importa de dónde vengan. Entre chalecos color azul-rojo-verde, banderas blancas, olores a guaro y personas que al menos pueden presumir que están en sus sus cinco sentidos, los protestantes escuchan ahora a su líder, mientras habla a los medios de comunicación. 

— ¡Si no nos resuelven, vamos a presentar un recurso de amparo ante la Corte Suprema! ¡No nos pueden atropellar nuestros derechos!

Waldo cuenta que se enteró hace cinco días que no está inscrito como candidato a alcalde en Ilopango por el Partido Popular y que ese descuido es responsabilidad del Tribunal porque nadie le informó a él que los documentos que había presentado para su inscripción tenían errores y que debía subsanarlos, y  que probablemente el Tribunal entregó esas observaciones a gente que no era del partido. 

Mientras, las cámaras y los micrófonos ignoran a Tony y a sus amigos, Waldo y el candidato a diputado por San Salvador, David Portillo, siguen aprovechando los micrófonos y grabadoras para tirar sutilezas como que si nadie les resuelve su problema levantarán al pueblo de Ilopango y de Soyapango y boicotearán las elecciones. 

— ¡¿Sí o no, compañeros?!– grita el candidato Portillo por el micrófono.

Y todos estallan en un nuevo grito incomprensible y eufórico. Tony grita y sonrié al cielo con un largo "iiiiiiieeeeeeeeeeiiiiiii". Waldo aplaude. 

Las elecciones están a la vuelta de la esquina y cualquier asomo de polémica a estas alturas tiene buenas probabilidades de aparecer en los medios de comunicación. Y hasta Waldo, un primerizo en política, lo sabe. Sabe también que con la algarabía adecuada, a la hora adecuada, puede llevarse un generoso espacio en los medios de comunicación y ganar adeptos. Y por eso está aquí, aprovechando que todos los medios están presentes en la institución electoral más importante del país, con cinco ebrios que gritan más que los otros 15 alentados.  

— Es que mire, somos un partido inclusivo e incluyente, no podemos dejar a nadie afuera. 

— Me imagino, pero yo le preguntaba porque ellos están ebrios, pues, ni siquiera saben el apellido del candidato a alcalde... 

— Sí, pero imagínese, usted no puede bajar a alguien del bus así de la nada, más si ellos dicen nos van a ayudar y respaldar. Por eso es que los trajimos. 

Waldo y Portillo, líderes del PP en el departamento de San Salvador y en el municipio de Ilopango, al menos son sinceros a la hora de identificar a sus militantes (que dicho sea de paso, tampoco saben cuántos son). Ellos no solo representan a Tony y a sus amigos, sino a una institución que recibió como deuda política 57,000 dólares del Estado para que pudieran financiar su campaña proselitista, y quién sabe, quizás unas cuantas botellitas de coca-cola dos litros con alcohol endulzado para engordar las protestas.