El hombre –lo llamaremos Tony– tambalea, tiene la mirada adormitada, la cara enrojecida y, bajo el brazo, una botella de dos litros de coca-cola a la que aún le quedan unos tragos de alcohol endulzado. Cuando Jennifer, una reportera de televisión, pasa frente a Tony, él se apoya sobre un pequeño microbús parqueado frente al Tribunal Supremo Electoral y suelta la lengua.
— ¡¿Y esta mamasit...?!– pregunta, en voz alta, mientras sus ojos perezosos se enganchan a las caderas de la joven.
Alguien parece notar la sutil y discreta mirada de este hombre seco y de camiseta blanca.
— ¡Shhhhttttt...!, callate, homb'e, solo miraaaalaaa– y ambos sueltan una carcajada.
Están borrachos, y junto a ellos, otros tres o cuatro hombres hacen la lucha por no tambalear mucho y parecer sobrios. Permanecen de pie pero casi siempre apoyados en el microbusito blanco mientras ondean banderas y sostienen afiches promocionales de quien parece ser su político favorito: Waldo Munguía, candidato a alcalde de Ilopango por el partido Popular (PP), un tipo del que ni siquiera conocen el apellido.
Tony y sus cuatro amigos de farra son parte de una comitiva de unas 20 personas. Llegaron a la fachada del Tribunal hace pocos minutos, montados sobre una coaster alquilada de la ruta 140. Todos subieron en el mero centro de Ilopango exactamente una hora antes, a eso de las 2, una hora en la que Tony y sus amigos acostumbraban a encontrarse cerca del local sede del PP. Les dieron banderas, camisetas blancas con el logo del partido y varios afiches con el rostro del que aspira a gobernar esa ciudad de 103,000 habitantes. Ellos, a cambio de tanto obsequio, prometieron vitorear el nombre de su candidato en donde fuera y como fuera, eso sí, sin quitarles sus "pachitas" y, continuar aferrados a las botellas de coca-cola hasta llegar a la colonia Escalón.
— ¿Cómo se llama el candidato al que apoyan? – La pregunta, deliberadamente sencilla, pone en aprietos a Tony.
— ¡El candidato Waldo!
— ¿Cuál es el apellido?
— Ah, ese es... esteeee... Sal... Salgado, sí...
Un candidato a concejal tuvo que intervenir y enmendar el error.
En eso, del TSE sale una avalancha de periodistas por una conferencia que acaba de terminar, la botella de Tony ya va bien avanzada, y él la sujeta bien bajo el brazo. Con la mano derecha ondea la bandera del PP, un partido cuyo máximo líder, Orlando Arévalo, ya ha dicho que la filosofía partidaria es incluir a todos no importa de dónde vengan. Entre chalecos color azul-rojo-verde, banderas blancas, olores a guaro y personas que al menos pueden presumir que están en sus sus cinco sentidos, los protestantes escuchan ahora a su líder, mientras habla a los medios de comunicación.
— ¡Si no nos resuelven, vamos a presentar un recurso de amparo ante la Corte Suprema! ¡No nos pueden atropellar nuestros derechos!
Waldo cuenta que se enteró hace cinco días que no está inscrito como candidato a alcalde en Ilopango por el Partido Popular y que ese descuido es responsabilidad del Tribunal porque nadie le informó a él que los documentos que había presentado para su inscripción tenían errores y que debía subsanarlos, y que probablemente el Tribunal entregó esas observaciones a gente que no era del partido.
Mientras, las cámaras y los micrófonos ignoran a Tony y a sus amigos, Waldo y el candidato a diputado por San Salvador, David Portillo, siguen aprovechando los micrófonos y grabadoras para tirar sutilezas como que si nadie les resuelve su problema levantarán al pueblo de Ilopango y de Soyapango y boicotearán las elecciones.
— ¡¿Sí o no, compañeros?!– grita el candidato Portillo por el micrófono.
Y todos estallan en un nuevo grito incomprensible y eufórico. Tony grita y sonrié al cielo con un largo "iiiiiiieeeeeeeeeeiiiiiii". Waldo aplaude.
Las elecciones están a la vuelta de la esquina y cualquier asomo de polémica a estas alturas tiene buenas probabilidades de aparecer en los medios de comunicación. Y hasta Waldo, un primerizo en política, lo sabe. Sabe también que con la algarabía adecuada, a la hora adecuada, puede llevarse un generoso espacio en los medios de comunicación y ganar adeptos. Y por eso está aquí, aprovechando que todos los medios están presentes en la institución electoral más importante del país, con cinco ebrios que gritan más que los otros 15 alentados.
— Es que mire, somos un partido inclusivo e incluyente, no podemos dejar a nadie afuera.
— Me imagino, pero yo le preguntaba porque ellos están ebrios, pues, ni siquiera saben el apellido del candidato a alcalde...
— Sí, pero imagínese, usted no puede bajar a alguien del bus así de la nada, más si ellos dicen nos van a ayudar y respaldar. Por eso es que los trajimos.
Waldo y Portillo, líderes del PP en el departamento de San Salvador y en el municipio de Ilopango, al menos son sinceros a la hora de identificar a sus militantes (que dicho sea de paso, tampoco saben cuántos son). Ellos no solo representan a Tony y a sus amigos, sino a una institución que recibió como deuda política 57,000 dólares del Estado para que pudieran financiar su campaña proselitista, y quién sabe, quizás unas cuantas botellitas de coca-cola dos litros con alcohol endulzado para engordar las protestas.