El 16 de enero de 1992 yo aún era una niña de 12 años y vivíamos exiliados en Managua, Nicaragua. De ese día recuerdo que yo estaba en la casa y que escuché a mi mamá contárselo a mi padrastro, pero lo hizo sin estridencias, discretamente. La idea que más se me quedó de ese diálogo es que la Paz quizá significaba que podríamos regresarnos; mi mamá de hecho se fue a los pocos días para El Salvador, a ver cómo estaba la situación.
Yo, la verdad, me alegré un montón, porque yo había vivido el conflicto de una manera diferente; lejos de los combates y de El Salvador, sí, pero por esa guerra habían sucedido tantas cosas en mi vida que la sentía propia, y pensé que, una vez terminada, quizá sería el momento de regresar al país, conocerlo, conocer a mi familia y ver, por fin, a mi papá."