A mí no me resulta tan fácil recordar con exactitud lo que hice. En esa época yo vivía en la comunidad Enmanuel de la colonia Zacamil, en Mejicanos, y sé que muchos celebraron el fin de la guerra, pero yo tenía otras preocupaciones mayores. Supongo que ese día lo pasé en Transglobal Apparel Products, la maquila en la que trabajaba, ensamblando toda clase de ropa de 6 de la mañana a 3 o 4 de la tarde. Estaba en Ilopango, y tenía que pagar cuatro buses diarios para ir y venir, pero me conformaba a pesar de que ganaba el mínimo. Lo necesitaba para poder comprar medicinas para mi madre, que padecía un cáncer terminal, o la leche para hijo, que todavía no cumplía los dos años de edad. Le compraba “5 molinos”, o una aún más barata que vendían por libras en el mercado, porque era una donación de Cáritas... Siento una gran frustración por esos días, por querer salir del hoyo y no poder. Era como estar en arenas movedizas, que al intentar salir, te cansas más.
En fin, cualquier otra cosa menos celebrar aquel 16 de enero.
hora, dos décadas después, vivo en Estados Unidos, adonde emigré sin papeles hace unos pocos años. Miro estos 20 años que han transcurrido, y llego a la conclusión de que la guerra y la paz solo fueron un show, de que en realidad nada cambió para nosotros, la gente más humilde. En 1992 ellos firmaron, sí, pero nosotros quedamos igual o peor, y poco o nada cambió con los años. Los políticos y los comandantes se vendieron, y no sirvió para nada el sacrificio de toda aquella gente humilde que se mató, en nombre de los pobres unos y por una orden de un superior los otros, pero todos olvidándose de que eran hermanos."