Nombre: Roberto Colorado.
Ocupación: Arquitecto radicado en Barcelona.
Edad: 32 años.
Habían pasado tres años desde la ofensiva final "Hasta el tope" en 1989. En mis recuerdos de un joven de 16 años aun estaban las imágenes de esa ofensiva guerrillera y la idea de lo complicado que creía que sería llegar a la paz ya que era evidente que militarmente no habría un vencedor.
Sin embargo, era 1992 y estábamos mi familia y yo el la Plaza Cívica en la concentración frente a Catedral, era media tarde y el sol estaba por caer, era un hervidero de gente con pañoletas rojas, camisas del Che Guevara y banderas efemelenistas. La solidaridad y alegría se respiraba en el ambiente, en esa misma plaza se podía encontrar gentes de distintos sectores sociales, gente que por primera vez y quizás con todavía algún recelo manifestaban su simpatía hacia los colores del movimiento izquierdista.
La sensación era buena, vivir un momento histórico -como mencionaba mi padre que era lo que estábamos viviendo- era especial ya que por razones de la vida tenía la oportunidad de estar ahí y ser testigo presencial.
En lo personal había vivido toda una niñez saturada con informes de COPREFA, imágenes de periódicos, noticias y debates familiares en cuanto a la situación del país y de la guerra civil que vivía El Salvador por lo que estar en la celebración del 16 de enero de 1992 es algo que siempre recordaré con mucha ilusión.
Una de las imágenes que más me impactaron de aquella celebración fue la tensión que significaba estar en una concentración en la Plaza Cívica mientras a pocos metros, en la Plaza Libertad, estaban los republicanos nacionalistas con su mitin y celebración propia y particular con su el himno arenero y su estribillo fascista "libertad se escribe con sangre" y "el salvador, será la tumba donde los rojos terminarán". Con mi familia pudimos desplazarnos a dicha Plaza y pudimos comprobar que independientemente del bando al que la población asistente fuese simpatizante, la celebración era la misma, la alegría y la solidaridad entre correligionarios era contagiosa. La esperanza de un cambio era latente, la gente, el pueblo, necesitaba la paz y se celebraba la posibilidad de un borrón y cuenta nueva, se celebraba el tener la esperanza de volver a empezar.
Veinte años después entiendo que los acuerdos de paz fueron un hito, un punto de partida para la reconstrucción de una nueva sociedad salvadoreña, sin embargo han pasado dos décadas y aun queda mucho trabajo para realmente lograr la paz, ya que ese 16 de enero se firmaron unos acuerdos que ponían fin a una guerra civil pero que no aseguraban una paz social, una paz social que seguramente ahora mismo los salvadoreños celebraríamos juntos y sin colores políticos que nos diferencien."