Pocos recuerdos tengo de ese día. Como en mi casa no había televisor siempre me iba a la casa de unos vecinos a ver.  Todos recuerdo que ese día estaban comentando y yo, como hijo de la guerra, no me imaginaba cómo sería la vida sin oír bombas, o la M60 puesta en la equina de la casa, o las luces de bengala y mi abuela rezando porque no nos fuera a suceder nada. Mi abuela me metía debajo de la cama aunque yo lo que quería era salir a ver por dónde estaban "los muchachos" que gritaban a los soldados y que se apostaban en la trinchera dos cuadras al poniente. Lo que realmente impactó mi niñez fue la toma del pueblo de Berlín en 1982 (donde nací y crecí). La “carreta” como le llamaban al bombardero realmente me causaba terror, y más después de la destrucción que dejó en Berlín.  Tantas veces salimos corriendo a escondernos de las ráfagas. Recuerdo una vez que no me dio más tiempo para parapetarme a un poste de luz, o un 15 de septiembre que en pleno desfile hubo reyerta.  Aprendimos a vivir con eso y no teníamos mayor consciencia sobre las razones de la lucha. Solo éramos conscientes de que estábamos entre un campo de batalla donde nosotros éramos espectadores y colaboradores al mismo tiempo. (El patio trasero de la casa de mis abuelos muchas veces era ocupado por la Fuerza Armada cuando recién se habían ido "los muchachos", como mi abuela les nombraba). Hoy a 20 años de la Firma de los Acuerdos de Paz, vivimos otro tipo de realidad y creo que debemos estar unidos para sacar este país adelante."