Como un suboficial activo del ejército de El Salvador durante el período de la guerra, le daba seguimiento a todo lo relacionado al desarrollo del conflicto y al proceso de negociación que se realizaba. Creo que tanto oficiales jóvenes, suboficiales y soldados estábamos a favor con la firma de los Acuerdos de paz y la finalización de la guerra.
Recuerdo que el 31 de diciembre de 1991 estaba de turno en la instalaciones del Centro de Instrucción de Transmisiones de la Fuerza Armada (CITFA) en la actualidad es (CATFA); le estábamos dando seguimiento a los noticieros de la época, y a la medianoche pudimos ver la noticia que decía que "tras más de dos semanas de negociaciones en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, las partes firmaron el acta de Nueva York y concluían las negociaciones sobre todos los asuntos relacionados al proceso de paz de El Salvador y que el Acuerdo de paz se firmaría en la ciudad de México el 16 de enero de 1992”.
Sentí tranquilidad pero a la vez una incertidumbre de saber que pasaría. ¿Era real o solo un acto político como los anteriores? En los siguientes días, todo era comentarios positivos y negativos de los Acuerdos de Paz. Transcurrió el tiempo hasta el 16 de enero de 1992 y, por la situación, que se vivía me encontraba dentro de la instalación militar a orden por cualquier contingencia. Primero escuchamos y luego pudimos ver el momento de la firma de los Acuerdos de Paz y cuando se estrechaban las manos los representantes del gobierno de El Salvador y la guerrilla del FMLN. Pensé "esto es más serio". Los comentarios siguieron y las órdenes que recibimos fue que, cuando saliéramos a patrullajes u otra misión militar, se empezaría a salir con delegados de la ONU y que el fusil se andaría sin proveedor, o sea, sin cargador puesto. Durante ese período se empezó a hablar de las unidades que serían desmovilizadas. El 1 de febrero de 1992 estaba en la sede de la unidad militar recibiendo instrucción acerca de cómo seria nuestro accionar a partir de esa fecha.
Algo más: recuerdo que los primeros días del mes de febrero salí de franco o licencia y al llegar a mi casa, un vecino de confianza y muy amigo de la familia, tenía en su casa izada la bandera roja del FMLN. Me sentí un poco extraño, vi al vecino y me dijo “logramos la paz”. Le respondí que sí y le pregunté acerca de su bandera y me contestó: “Yo siempre he apoyado el movimiento, también todo este tiempo he sabido que usted está en el ejército”, y entonces comprendí que la paz y el cese de fuego sería una realidad. Y pude comprender que en la guerra que se vivía nunca sabías a quién tenías a tu lado.