Sin leche desde hace un año

Sobre la mesa de la casa de Ruth siempre habrá frijoles: frijoles para el desayuno, almuerzo y cena. Sobrevive con 60 dólares al mes y sus cultivos.

Víctor Peña
Miércoles, 9 de agosto de 2023
Julia Gavarrete

La de Ruth Marleni Rumualdo es una familia grande. Es madre de 14 hijos. De ella y de su esposo René dependen 11 de esos hijos. Sobre la mesa de la casa de Ruth siempre habrá frijoles: frijoles para el desayuno, almuerzo y cena. Esa dieta se complementa con tortilla. Trabajo hay -en cultivos propios-, pero dinero no. El aumento de los precios les ha obligado a recortar alimentos, como huevos, arroz y leche. Al más pequeño de sus hijos, de tres años, ya no le dan leche. “Siempre pedía leche con café, pero ya tiene casi un año desde que no le doy leche. Como todo bien caro”. Los 60 dólares que hacen al mes no alcanzan. Incluso hay días en los que no tienen nada de dinero, como hoy, 2 mayo de 2023, en el que cocinan con leña unas hojas de flor de izote porque no tienen tres dólares para un tambo de gas subsidiado por el Gobierno. 

Ruth vive con su extensa familia en una comunidad del cantón El Jícaro, en Tacuba, donde todo el tiempo se ha dedicado a sembrar lo que consumen. A veces, consigue empleos temporales en los que le pagan cinco dólares al día, pero no es lo común. En poblaciones como El Jícaro, la crisis alimentaria se agudiza al ser parte del corredor seco centroamericano, donde las intensas sequías por periodos largos son la constante que propicia la pérdida de cultivos. Vivir ahí es estar a la merced de la inseguridad alimentaria. En 2014, Naciones Unidas asistió con 120 toneladas de alimentos a familias en pobreza extrema, como la de Ruth, a lo largo de 14 cantones.

El cilindro de gas dura sólo diez días a la familia numerosa de Ruth. Los otros 20 días cocinan con la leña que recolectan en los cafetales que rodean su casa. En esa cocina sólo hay un tarro de café y un recipiente con frijoles. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
 
El cilindro de gas dura sólo diez días a la familia numerosa de Ruth. Los otros 20 días cocinan con la leña que recolectan en los cafetales que rodean su casa. En esa cocina sólo hay un tarro de café y un recipiente con frijoles. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

En esta zona, el nivel de desnutrición ya genera retrasos en talla y peso de menores. René Magaña, esposo de Ruth, también es líder comunitario, y afirma sin dudar que hoy se encuentran en una situación más compleja que antes: “Se han dejado de comer cosas, por falta de trabajo, de producción y por el encarecimiento de los alimentos”. Para este año ni siquiera sabe cuántos son los agricultores de la zona que fueron incluidos en la entrega de paquetes agrícolas, pese a que el Gobierno anunció que los beneficiados serían más de medio millón de agricultores. “En esta comunidad el principal medio de subsistencia son los cultivos, pero estuvimos revisando y entre el 50 % y el 60 % de los agricultores registrados no aparecieron (entre los beneficiarios)”. René fue uno de los que no apareció.

Si el paquete agrícola no llega, corren el riesgo de no sembrar, porque de momento no tienen dinero para invertir por cuenta propia en semillas que puedan resistir un poco más que la criolla. 

La casa de Ruth y René es de adobe, bahareque y láminas, partida en dos habitaciones y un corredor cuadrangular, corto, convertido en cocina. Un espejo grande, estilo tocador, con un marco negro donde resalta la frase en mayúsculas “deseo amor”, cubre una de las paredes de adobe. Ahí Ruth ha instalado una improvisada peluquería a cambio de un dólar el corte.

Ruth tiene una improvisada peluquería. Su ganancia, con suerte, es un dólar a la semana, cuando alguno de sus vecinos llega hasta su casa por un corte de cabello. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
 
Ruth tiene una improvisada peluquería. Su ganancia, con suerte, es un dólar a la semana, cuando alguno de sus vecinos llega hasta su casa por un corte de cabello. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

Ruth trata de sacar provecho a una máquina de cortar pelo que una fundación le regaló. Su primer cliente del día -y el único en varias semanas- es Antonio, un anciano que aguarda sentado, en silencio, frente al espejo, con una toalla en sus hombros mientras Ruth corta más flores de izote para ponerle un poco más de sabor a los frijoles que comerán. 

A veces, algún gasto extra se cuela en la lista de problemas: este mes, de la escuela le han mandado a decir que deberá aportar 0.25 de dólar para comprar azúcar.

Los niños más pequeños comienzan a llegar de la escuela. Cinco de los 11 todavía estudian. El año pasado, una llegó al noveno grado, pero dejó de estudiar para conseguir empleo. A veces barre y limpia la casa de una señora que vive en otra comunidad. Los otros, los muchachos más grandes, son agricultores. Se ayudan mutuamente en la siembra y se reparten la cosecha. Pero uno de ellos por ahora está detenido bajo el régimen de excepción. Fue encarcelado desde el 9 de abril de 2022 cuando, según René, trabajaba en unos cambios de tuberías para hacer llegar más agua a la comunidad. René dice que no saben nada de él: en un inicio pensaron que estaba en el penal de Mariona. Cuando una de sus hijas fue a preguntar por él, le dijeron que estaba en Izalco. Por falta de dinero, René no ha podido moverse más para saber dónde está su hijo.