Durante los 15 años que El Faro tiene haciendo periodismo desde El Salvador, la cultura y sus actores han sido abordados por nuestra sección El Ágora. En nuestra cobertura cultural nunca le apostamos a la cantidad, ni quisimos (no hubiéramos podido) dedicarnos a comentar sin más la cartelera de eventos. Por el contrario, siempre buscamos detenernos en ciertos hechos y fenómenos que consideramos relevantes para explicar nuestro entramado cultural siempre en confección.  

En este recorrido, a veces inconstante, descubrimos la riqueza de personajes con la que cuenta nuestra historia reciente y nos asomamos a sus diversas circunstancias. En este especial hemos querido proponerle a nuestros lectores una selección de estos personajes y les hemos llamado "Iconoclastas". ¿Porque los llamamos así? ¿Cómo lo hemos escogido? ¿Para qué? 

En el sumario de la portada definimos, y aquí ampliamos la idea que proponemos para hablar de iconoclastas. Es una palabra del bizantino (del s. IV al s. XV DC) que se refería a los cristianos de la época que, literalmente, rompían iconos, imágenes religiosas que representaban a Dios y los santos, por considerarlas herejes. La cultura europea y estadounidense de la posmodernidad reinterpretó el término y lo alejó de su etimología inquisitoria, y se aplicó casi en sentido contrario a quien rompía las convenciones sociales, de cualquier tipo y de cualquier tamaño, mediante sus opciones de vida, que poco o mucho alteraban el discurso social correspondiente. En consecuencia, nosotros quizá estiramos un poco más el concepto: hablamos de hombres y mujeres que optaron por dedicar su vida en El Salvador a esas prácticas y profesiones que la tradición y la lógica social proscribían o simplemente nunca habían sido exploradas.   

En cada retrato consignamos los hechos y las razones por las que escogimos cada personaje. Como se ha indicado, este será un especial dividido en varias temporadas por tiempo aún indefinido. Quisimos mezclar generaciones, épocas, disciplinas, actitudes y cánones porque queremos demostrar todos los espacios donde hay convenciones que romper, como esas grietas en el asfalto por donde emerge la flor. 

Dejamos aquí a nuestros iconoclastas, una propuesta. Sabemos que instalamos un debate, acaso una polémica, porque sabemos que en El Salvador del siglo XXI nadie nos obliga a estar todos de acuerdo, y eso, en parte, gracias a los iconoclastas.