Un reclamo algo amenazante
Una bitácora de Mauro Arias
Publicado el 9 de Marzo de 2012
Los lectores no tienen por qué saberlo, pero como la sección Bitácora recoge parte de nuestra experiencia tras bambalinas, Mauro Arias, nuestro editor de fotografía, nos relata sobre algunos peligros de la cobertura de actividades partidarias en El Salvador.

Rafael Benavides, a la derecha entre la comitiva del 7 de marzo en el centro de San Salvador. Foto Mauro Arias
 
Rafael Benavides, a la derecha entre la comitiva del 7 de marzo en el centro de San Salvador. Foto Mauro Arias

Este martes 7 de marzo, cubriendo los cierres de campaña, me sucedió algo que me llena preocupación. A mediodía, en la 3a. Avenida Norte, de San Salvador, inició un recorrido por el centro histórico el candidato a alcalde del FMLN Jorge Schafik Hándal. La arteria está repleta de negocios sobre las aceras de ambos lados, cuatro cuadras completitas. Hay muchos vendedores y muchos compradores porque es el camino que toman las multitudes que cambian de bus en el centro para llegar de sus casas a sus empleos y viceversa. Me atrevería a decir que es el punto más lleno de peatones de la ciudad... un buen punto para cazar votantes.

Como en otras actividades, Schafik hijo y sus guardaespaldas iban acompañados de unos 15 jovencitos de la "Brigada Comandante Simón", de actitud seria, a la altura de su importante misión revolucionaria de cargar banderas del Frente y gritar consignas. Estaba también Manuel Melgar, ex ministro de Seguridad, con su guardaespaldas, Eduardo Linares, ex jefe de la inteligencia del Estado, con su guardaespaldas, la diputada y ex guerrillera Daisy Villalobos, con su guardaespaldas, el presidente de la Asamblea Sigfrido Reyes, con su guardaespaldas, y una chica que le tomaba fotos cuando saludaba a alguien para regalarle un lapicero. Había otros candidatos a concejales que no tiene ninguna importancia nombrar y otro miembro del comando de Hándal: un ex guerrillero, que es la principal persona de quien les voy a contar.

Unos líderes de vendedores guiaban al candidato por sus tierras. Me llamó la atención ver a varios vigilantes privados, pagados por los vendedores, que hacían de guardaespaldas de los visitantes de rojo. Con tono  pesado arreaban a los vendedores y borrachos que estaban en medio de la calle y estorbaban el paso del candidato.

Cuando llegué al lugar del inicio del mitin ya había un buen grupo de redactores, fotógrafos y camarógrafos de prensa de varios medios. Distinguí a los de Univisión, de Telemundo, El Mundo, La Prensa Gráfica, El Diario de Hoy, CoLatino y Maya Visión. Algunos de ellos, los más experimentados, pidieron al candidato que posara con vendedoras frente a sus tres carretillas, de esas de construcción, llenas de mangos y tomates. Para poder posicionarme y tomar una foto de la escena llena de color por la fruta, pedí al exguerrillero -protagonista de este cuento- y diputado al Parlacen por el FMLN Rafael Benavides (comandante Ramón Suárez), veterano de la guerra civil, que me cediera su espacio ventajoso para la toma, desde el cual él observaba sonriente la escena. Cuando se percató de quién le pedía espacio para colarse entre el muro humano, reconoció en mí a uno de los reporteros de El Faro que ha estado dando seguimiento a la campaña de Hándal. Entre otras notas, este periódico publicó la crónica "Cómo lucha el candidato no favorito en San Salvador". Entonces escuché sobre mi hombro: "¡Cuidado con este, que solo cosas mal intencionadas hace!" Primero hice caso omiso. Pero el ataque no terminó y no paró de hablar en voz alta para que todos oyeran. "¡Este ya va a tergiversar las cosas, tengan cuidado!", llamaba a la muchedumbre que le escuchaba, y los rostros serios de la brigada de banderilleros Comandante Simón se volvieron hacia mí frunciendo el seño.

La memoria es ágil en momentos difíciles. Recordé al instante experiencias similares de ataques a la prensa, que comienzan con comentarios o exhortaciones como las de Benavides, ante un auditorio emotivo, que con facilidad reacciona prendido en llamas. La más violenta que me tocó vivir a mí fue cuando en 2006, meses antes de que integrantes de la Brigada Limón asesinaran a policías durante una manifestación, un grupo de estudiantes de secundaria que estaban quemando llantas y lanzando piedras, habían sido empujados por  los antimotines de la policía tras el portón principal de la Universidad de El Salvador. Cuando llegué ya era de noche y lo más violento ya había pasado. Para rescatar algo de los disturbios me acerqué a tomar fotos de los adolescentes tras los barrotes del portón. De repente lo abrieron y unos 10 estudiantes me rodearon. Uno me rompió el flash de la cámara cuando quería quitármela, otro me amenazaba con golpearme con un tubo galvanizado de media pulgada y por un costado alguien me dio un puñetazo en la cara y salió corriendo al interior de la "U" y me dejó ese ardor no tanto corporal como más bien del alma. El ataque fue festejado por varios de los refugiados tras el portón. "¡Sobate!", me gritó uno de esos rostros con pañuelos. "!Que la cámara te la pague Saca!", me gritó otro. El ataque de puño detuvo a los demás. Quizás percibieron que se habían excedido conmigo o que ya había recibido mi justo castigo por mi osadía. Regresaron tras el portón y lo cerraron de nuevo.

Me gustan los estudiantes. Lo digo en serio, no en broma. Y no les guardo rencor.

Otra situación peligrosa la tuve durante la campaña presidencial 2009 en el Mercado ExCuartel. Mauricio Funes lo visitaba. Los colegas estábamos apretujados para registrar sacudidas de manos de rutina entre vendedores y el candidato. Tras de mí escuché que alguien me gritaba pidiéndome que me apartara. Hice como que no lo escuchaba. La regla no escrita entre camarógrafos y fotógrafos es que si llegas último y no tienes buena posición, tienes que rebuscarte para no estorbar el trabajo de los demás. El gritador era "El Pollo", el camarógrafo  oficial de Mauricio Funes, que lo seguía a todos lados durante la campaña; El Pollo era excompañero de trabajo de Funes en la tele y amigo del entonces candidato. De repente sentí un fuerte golpe de su cámara en mi cara. Por fuerza del destino en la misma ceja del puñetazo del estudiante de tres años atrás. Esta vez sí enfurecí. No soy oveja mansa y no me gusta que me toquen las mejillas. Me di la vuelta y lo empujé con toda la intención de que cayera de bruces. Por suerte no cayó. De repente los policías que brindaban seguridad a la actividad me tomaron con fuerza, como si fueran a arrestarme. El Pollo me gritaba a todo pulmón insultos de todo tipo. Estaba fuera de sí, como enloquecido o envalentonado por el cerrojo policial que me detenía. Además se inventó algo cruel: empezó a decir que yo era arenero y que estaba ahí para provocar violencia y manchar así la campaña de Funes. A sus gritos se unieron los de las vendedoras y los de los militantes de rojo. Empezaron a rodearme. Pensé que me iban a linchar. Recuerdo que mi compañero redactor lucía bastante preocupado y trataba de calmar la situación. Los policías actuaron como para lo que están capacitados. Me sacaron del lugar para mi seguridad. Los ánimos estaban caldeados para esas elecciones llenas de intrigas y juego sucio. El Pollo no dejaba de gritar y me siguió incluso a donde los policías me llevaron. Decía que se iba a vengar en otra ocasión, cuando me encontrara en la calle. "¡El tipo está elevado!", me dijeron después otros colegas que ya habían visto su prepotencia en otros actos.  Ya lo he encontrado en varias ocasiones. Hoy trabaja de camarógrafo de saco y corbata en Casa Presidencial.

Con antecedentes como estos, regresé al momento de la "conversación" con el diputado Rafael Benavides, que no estaba vestido de chaleco rojo como solía en otros eventos, sino que más bien parecía otro guardaespaldas por su plante de militar, con su chumpa negra (¡con el terrible calor de mediodía!) y gorra negra. Le dije que si tenía alguna queja sobre el artículo publicado que escribiera al editor. Le recordé, que yo no lo escribí, que fue un redactor y que yo tomé las fotos. Pero el diputado siguió el ataque subiendo el tono cada vez más enojado. "Es un militarón, sin duda", pensé para mis adentros. Dijo que yo le había dado los insumos para que el redactor escribiera lo que escribió en el tono que lo escribió. Esa conclusión me sorprendió mucho. No era una simple acusación, era el resultado de un análisis previo más profundo no solo del artículo, también algo de investigación sobre sus autores. ¿Trabajo de inteligencia? No sería estúpido pensarlo. Eduardo Linares es su amigo y parte del equipo de campaña y ex jefe de la inteligencia del Estado. "¡Me gustaría discutir la nota contigo!", continuó. Yo le dije que no le gustó porque está acostumbrado a leer el CoLatino. Rápidamente me replicó que, efectivamente, el CoLatino tiene una vinculación ideológica con el FMLN y que El Faro la tiene con Arena. Yo le contesté, en voz alta, lleno de sorpresa por su conclusión: "¡Pero por favooooor!" Y él: "Sí, sí, sí, con Arena, y te lo puedo probar si nos sentamos a analizar la nota párrafo por párrafo".

Volví a mirar los rostros fruncidos de los militantes que estaban cerca. Le recordé al diputado Benavides que yo andaba solo en la calle y que él estaba rodeado de guardaespaldas y que con esas acusaciones me estaba poniendo en peligro. Siempre alterado contestó que el FMLN es un partido profesional y que nadie me iba a hacer nada. Mejor me alejé para que la memoria de los revolucionarios no se entretuviera mucho con mi rostro; uno de sus dirigentes y héroes me estaba acusando en público de trabajar para la derecha. No quiero encontrar a la brigada la noche de este domingo 11 de marzo, sobre todo si Schafik pierde.

P.D. Definitivamente el periodismo, cuando se trata de hacer con profesionalismo, rigurosidad e imparcialidad, no es para caer bien a nadie. Una prueba es el comentario a la nota que escribió un lector de El Faro, que dijo lo siguiente:

"Apoyo subliminal de el faro...

Escrito el 2012-03-05 09:10:11 por Roger

Observando las andanzas, apariciones, actitudes y todas las “gracias” que el faro ha detectado y destacado en gran medida en el candidato del frente, no queda la menor duda del claro interés y apoyo de este medio periodístico. Se nota que el autor de este artículo siente y vive en el fondo todos los desaires, improperios y efectos de la baja popularidad de Handal."